jueves, 7 de julio de 2016

Myanmar Parte 3. Entre los atardeceres de Bagan.



Bagan es una ciudad repleta de templos y pagodas diseminadas por toda su geografía, alrededor de unas cuatro mil. Para poder visitar algunas, lo ideal es alquilar una moto eléctrica "ebike" y darse un paseo por el nuevo y el viejo Bagan para verlas de cerca e incluso escalarlas para descubrir su arquitectura y por supuesto, las vistas.

Para llegar a la ciudad aprovechamos que había un bus nocturno que hacía la ruta desde el lago Inle y que llegaba sobre las 4 de la madrugada a nuestro nuevo destino.  Nos pareció ideal ya que queríamos probar suerte y no pagar la entrada a Bagan, mucho más difícil de colarse a pleno día que durante la noche.
En algunos blogs de viajes pudimos leer que la mejor manera de ahorrarse los 20-24$ de la entrada a la ciudad era negociar, un vez llegados a la estación, con el conductor del tuc tuc para que diera un rodeo y nos dejara directamente en el hostel sin pasar por alguna caseta de entrada.

En el autobús coincidimos con un chico que Ainoa había conocido en el lago Inle, Jonathan. Tenía la intención de hacer lo mismo con respecto a la entrada de la ciudad así que, nos unimos a la misión "saltarse la entrada de Bagan".

Una vez llegamos a la estación y tras intentar negociar allí mismo sin éxito, nos dirigimos hacia la carretera principal y a escasos metros paró el primer tuc tuc. Tras una breve negociación de Jonathan con el conductor y tras cruzar algunas palabras en su idioma con alguna risa que otra, nos llevó a la zona de hostels sin pasar por caja.
¡Este tío es un crack del regateo!, lo aceptamos en nuestra mini pandi.



Nuestro primer amanecer fue en la pagoda Shwe San daw.









Después del amanecer nos quedamos un buen rato viendo los alrededores y hablando con unos niños que nos intentaban vender todo lo que llevaban, desde unos pantalones hasta unas postales de varios monumentos.
Los más gracioso fue cuando Jonathan les enseñó a decir en español "no seas rata, cómprame". Jajajajajajajaja no podían dejar de reírme pensando la cara que se le quedaría al español al que le suelten esa frase.
Yo desde luego le compraría.



Aquí os presento al colega Jonathan. Un tío super divertido que no paraba de cantar y al cual me uní en más de una ocasión haciendo los coros.





Durante los tres días que duró nuestra estancia en esta increíble ciudad disfrutamos de atardeceres espectaculares. No teníamos un sitio fijo para verlos, sólo cogíamos la moto y nos adentrábamos en los caminos descubriendo diferentes estupas, viendo si se podían trepar y si las vistas eran buenas para ver el atardecer.
Encontramos varias con unas vistas increíbles y allí nos quedamos a disfrutar de ese momento mágico. 

Muchas veces me pregunto cómo no nos paramos a observar algo tannnnn espectacular más a menudo.
Adoro el momento en el que el sol es engullido por el horizonte, se lo traga literalmente y luego sigue habiendo un débil halo de luz que permite vislumbrar el lugar sin estar el sol presente hasta que la oscuridad se instala.
Es en ese preciso instante cuando me acuerdo de todos aquellos que ya no están entre nosotros,  es un momento especial pero al mismo tiempo de nostalgia.

A veces no somos conscientes de la suerte que tenemos de poder disfrutar de estas pequeñas cosas de la vida. Cada vez que atardece  contamos con la posibilidad de hacer las cosas mejor al día siguiente y hay que aprovecharla.










"Lucky money"
Durante uno de los atardeceres cconicidimos con este chico y hasta que no consiguió vendernos unas láminas con el dibujo de unos monjes no paró. Además,  cuando le dije que le pagaba en € su frase fue "Lucky money" , la cual continuó repitiendo mientras pasaba el billete por el resto de láminas y todos sus enseres, incluso mientras descendíamos  de la pagoda seguíamos oyendo la frase a lo lejos, Lucky moneyyyyyyyyyyyyyyyyyyy.........



Monte Popa

Situado a unos 50 km de Bagan, es una excursión para pasar la mañana. Para llegar hasta allí compartimos una pequeña furgoneta entre seis, Jonathan y la chica surcoreana que viajaba con él en el bus, nosotras y dos chicas más, una alemana y una neozelandesa que se acoplaron para conseguir super precio para la excursión.
La unión hace la fuerza y rebaja bastante el precio del transporte.



Antes de llegar al monte Popa para hacer los 777 escalones, paramos para observarlo en todo su esplendor desde una zona en la que se apreciaban parte de los escalones que lo rodeaban y donde también habían diferentes figuras y algún que otro mono cabrón. Me tuve que desprender de un plátano que llevaba en mi mochila porque me seguía de cerca de forma sigilosa, y a mi los monos no son de esos animales que me parezcan muy agradables, es decir, me dan bastante asco.





A mi el monte me pareció a lo lejos un especie de tetera como si fuera un cuento de disney, ¿no?....
Era más mágico desde esta posición que desde el propio monte. 




Mandalay y alrededores

El primer día lo aprovechamos para caminar por la ciudad hasta llegar al Palacio Real donde no entramos pero sacamos algunas fotos mientras lo bordeabamos. 



La idea era llegar hasta lo alto del Mountain Hill, la colina de Mandalay desde donde contemplar las maravillosas vistas de esta majestuosa ciudad.

Llegar arriba costó lo suyo, el calor apretaba y hacía el ascenso un auténtico suplicio. Además, tras terminar la subida zigzagueante por la carretera de repente se presentaban ante nosotros unas bonitas escaleras para llegar a lo alto de la colina.
Ademas de las increíbles vistas de toda la ciudad, coincidimos con unas chicas que conocimos en Bagan y con la pareja argentina con la que estuvimos en Yangon.
De esta juntana salió la excursión para el día siguiente donde compartiríamos la misma furgo para visitar los alrededores de Mandalay.




La quedada fue a las 9 de la mañana en la puerta de nuestro hostel y desde allí comenzaría la excursión para visitar los alrededores de Mandalay. 
La ruta planificada fue la siguiente: 

Min Kun - Sagaing - Inwa - Amarapura 


Min Kun destaca por la Mingun Paya, una inmensa pagoda inacabada. Gracias a sus escaleras situadas en la parte exterior se puede ascender para contemplar las vistas.





Desde arriba se puede apreciar la impresionante Pagoda de Mingun con sus característicos arcos blancos, a la que nos acercamos después de esta primera visita.





De vuelta a nuestra furgo nos desplazamos hacia Sagaing, ciudad a orillas del río Ayeyarwedi. Lugar de culto y de retiro budista con numerosos monasterios.



Tras una pausa para comer nos dirigimos al pequeño embarcadero desde donde una barca nos cruzaría a la otra parte del río, a Inwa.
El tiempo a estas horas no acompañaba, algunas gotas tontas hacían su aparición mientras llegábamos al otro lado. Además, íbamos un poco justos de tiempo  para llegar hasta nuestro último destino, Amarapura, así que decidimos dar una vuelta rápida a pie por el sitio. 

Torre del reloj Nanmyint 

En el barco de vuelta para coger la furgo dirección al puente de teca.


Como dirían los franceses, voilà!! Amarapura y su puente "U Bein", el más largo del mundo construido en teca.


A mí me dió la sensación que se iba a desmontar de un momento a otro, a su paso las tablas crujían considerablemente y por supuesto, en algunos tramos no había barandilla donde agarrarse. No apto para despistados.





Fue una pasada compartir ese día con gente con la que ya me había cruzado y una suerte entenderse así de bien. Me encanta la gente espontánea, alegre y con las misma ganas de aprender de la experiencia de viajar por este maravilloso país. 

De Myanmar sólo puede decir que es increíble, una joya por descubrir, con infinitos contrastes de sur a norte. Si tuviera que elegir un lugar creo que no me podría decantar por uno en concreto, en cambio si la pregunta fuera: 
¿Cuál fue el lugar que más te sorprendió?  Contestaría que fue Mawlamyine. No esperaba gran cosa de esta ciudad, sólo una ciudad de paso donde hacer noche y seguir hacia Kyaiktiyo pero la isla del champú, su buda tumbado de enormes dimensiones y sus vistas desde el monte Moulmein marcaron la diferencia entre ser una ciudad de paso a convertirse en una ciudad para estar.

Igualmente, la Swedagon Pagoda en Yangon tiene un lugar en mi retina que perdurará para siempre y también los mágicos atardeceres de Bagan.


Nos vemos pronto por el norte de Tailandia, más concretamente por Chiang Mai, Pai y Chiang Rai.
¡Hasta el próximo post! Muaaaaaaaaaa




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